Por Norberto Jorge López Curache
Esa tarde de otoño, había en el
aire, como un raro presagio,
Un …..alerta, del monte que avisaba,
El bicherio nervioso, se movía
en la espesura,
Eran claros signos que decían, que hoy nada será
igual en la llanura.
Una nube de polvo
se acerca en lontananza
Avanzando del norte , con premura, en busca de los
charcos,
Sedienta
caballada, por un breve descanso se apea la milicada
Rompió el silencio
de la tarde inquieta, el estridente clarín
De los bañados
alerta alzó su vista,
el chorlo, que picaba en la gramilla,
Volaron espantadas
las torcazas
Al paso de la tropa que arribaba, a postrar,
el linaje primario,
La brisa que jugaba
por las dunas corrió a esconderse
Entre los olivillos,
Hiso silencio el
campo, se detuvo la vida en la lomada.
Parado sobre un
médano, con un fondo de cielo y de inmensura ;
se recorta,
La tosca figura de
un paisano, con la mirada atenta, y la lanza en su mano.
Se detiene la tropa,
el jefe ordena que se acerque, al
paisano, que contesta, alzando la tacuara,
La tropa lo rodea,
lo incita a que se entregue, al hombre que decide
Morir en la pelea.
A un intento de
apearse los soldados, la mano en alto de su jefe, los detiene,
La gallarda figura
del que manda, en la pulcra academia ejercitada,
Se apea de un salto;
Y en un presto
ademan de filibustero desenvaina la espada;
Podría tomarlo
allí, mas sabe que no debe,
Ha invitado al nativo a que se entregue,
Y este, lanza un bramido, de fiera acorralada.
El soldado avanza
con ademan sereno
A su espalda la
tropa, que preserva, alerta , y bien montada.
Al Lonco le brilla como a un puma la mirada,
Se le escapa un
gruñido y golpea su puño sobre el pecho engrasado,
Valiente, fragoso,
pero torpe y mal vestido,
Apretando en su mano
la tacuara se dispone a luchar
Por su terruño
amado;
A su espalda, la
chusma empobrecida.
El oficio y la
astucia se miden en pelea, un heraldo
ante un semidesnudo,
Se enfrentan dos
culturas, difieren sus modales igualan en bravura,
En el brillar del
sol resplandece el acero y dibuja arabesco en el vacio.
Al giro de la mano
que la ordena, zumba en el aire, la tacuara,
Se agazapan y
esquivan, se miden, se chusean, la danza de la muerte los rodea.
En el amague audaz
que la pericia daba, como un trago de hiel le llega la estocada.
Se detuvo en el
aire la tacuara, en el vacio se perdió el chuzazo
Los dedos que
crispaban se aflojaron,
La brisa se
estremece horrorizada, deja un lúgubre silbido huyendo en la lomada.
El cuajaron de
sangre que ahoga el alarido
Palpita por las
venas y se derrama, en la materna tierra que reclama, y… cobija;
Simiente atesorada.
La raza primitiva,
hunde en el polvo, la tez morena
De su frente
altiva.
La suerte estaba
echada, no podrías con el fusil, aunque puedas con la espada, ya nada será igual en la tierra sureña.
El invasor, podrá saber acaso, que ah pisoteado el llano
Donde una antigua
casta florecía ¿no es que eran hermanos?
Si, lo dijo tu
Dios, ¿no lo escucharon?
Muy triste la
columna se aleja de su tierra,
Quedo en silencio
el monte,…. y la larga columna
Se pierde en el
ocaso, se esconde, se asoma, serpentea,
Serpiente mal
herida que tiñe el horizonte, como una ardiente llamarada
Que quema la agonía.
Una manta oscura acostó la tarde, cobijo a la vida y
Se durmió en el
tiempo.
Pasó el otoño, y pasaron lunas, quedo desierto el llano,
No se oye el tropel
en las boleadas, ni se ve el humito
Llamando a sus
hermanos, ni el canto de las machis
Ni el kultrun en
los llanos.
Ho tierra del sur desguarnecida, ¿donde andará la sombra?
De tu raza vencida.
Andará en el
retumbo que se oye en las tormentas, como cascos que truenan
Al galope tendido,
o en el silbo del viento que enanca un alarido.
Y siguieron las
lunas en su rotar de tiempo.
Se escuchan raras
voces y extrañas melodías, cabelleras de sol
Y pupilas de cielo,
han domado tu rio
Y peinaron tu suelo. ¿se
borro hasta la sombra?
De tu raza
vencida, o se escondió en el monte,
a soñar que en sus hijos
Se renueva la sangre,
de la vieja estirpe,
y vendrán por lo suyo
Con las leyes del
blanco, que con claro reclamo ocuparán
las bancas,
Estarán junto a
ellos, vigilantes y altivos Pincen, Sayhueque, y
tantos centauros de estas tierras
Que sus voces
resuenen potente en
los estrados,
Que traigan desde
el tiempo la firmeza y templanza
De chuza y
de boleadas
Mira que la simiente aún esta
guardada.
Norberto Jorge López Curache- San Antonio Oeste-
Octubre del 2012.
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