Como dije antes: cuando salí de Termas rumbo a mi nuevo destino a trabajar en el casino anexo de esa localidad serrana, no imaginé en ningún momento que iba a pasar en ese lugar un periodo de casi dos años de permanencia como uno de los pasajes mas hermosos de mi vida. Por Ramón Alfredo Domínguez
Era el mes de noviembre de 1973, llegamos al lugar pasado el mediodía, habíamos almorzado en Cruz del Eje y continuamos rumbo a nuestro nuevo destino, mientras viajaba mi mente no podía apartar los recuerdos y de quienes quedaban en Las Termas, en especial mi familia, era la primera vez que me alejaba por tanto tiempo, había un poco de angustia mezclada con algo de alegría. Era la nostalgia del terruño que dejaba, los amigos, y la curiosidad por saber que encontraría en un lugar que para ese momento me era extraño. Claro, viajar solo en busca de un trabajo debe ser mas complicado, pero viajar con sesenta personas mas que íbamos al mismo lugar, fue mas fácil. Mis recientes compañeros, algunos desconocidos aún para mi, amenizaban el viaje de distintas maneras, algunos jugaban al truco, otros a la loba, o al nueve, otros habían llevado guitarras y se entretenían ensayando canciones, este era el caso de Lalo Lescano, Goyo Parrado y el sordo Alonso, solo faltaba uno para completar el cuarteto que en Termas se llamaban “Los Caminantes”. El que faltaba, pero que al poco tiempo fue, era Domingo Lescano. Con este, el conjunto estaba completo. De esa manera el viaje fue divertido y el tiempo pasó mas de prisa, hasta ese momento yo había trabajado unos pocos días en el casino de Termas, pero fue tiempo suficiente para hacerme amigos de varios muchachos de mi ciudad, entre ellos el Toto.
Tiempo atrás cuando yo aún no trabajaba en el casino y Toto ya era empleado, tuvimos un acercamiento debido a que salíamos con dos chicas. El con una santafecina y yo con una cordobesa, por ello cuando llegamos a la pensión, compartimos la misma habitación. Viajaron muchos compañeros que eran de Santiago, las tandas de trabajo iban por un mes, después se hacía el cambio, cuando llegaba la nueva tanda, la que se venía a Termas daba la bienvenida a los nuevos. Había un boliche que se llamaba “Negro” el 31. Ahí era el punto de reunión de todos, o de la mayoría, en ese lugar atendía una chica dueña de los ojos mas lindos del lugar, de nombre Alicia, todos tuvimos pretensiones de un acercamiento mas íntimo con ella, pero rebotamos como corchos, el preferido de ella fue Julio. Este era de perfil bajo y muy callado, hasta parecía tímido, pero en general un buen tipo que le daba al wisky tal cual fuese agua. Los demás éramos todos charlatanes y es posible que eso vio la Alicia y no nos dio bolilla, pero en ese terreno. En el otro, era muy amiga, a ella le enseñamos algunas palabritas que en Córdoba no tenían el mismo significado que en Santiago. Por ejemplo “ura” para ellos era una mosca, nos divertíamos cuando hacíamos guitarreadas y en medio de las canciones pegábamos el grito “Viva la ura” y Alicia también gritaba “Viva la ura”, nos cagábamos de risa y los demás cordobeses boludos se reían, pero no sabían de que; - Alicia si sabía de que nos reíamos -
Como siempre ocurre en los pueblos, algunos lugareños rápido se hicieron conocidos nuestros, otros medio nos esquivaban, es que la cultura de algunos compañeros nuestros dejaban mucho que desear, pero no eran los mas, por suerte eran los menos. Todo iba bien para mi, pero con las mujeres no pasaba nada, y eso medio me produjo bajones. Ya pensaba en el regreso pues era mucho tiempo un mes y medio sin que tuviera contacto con el sexo opuesto, pensaba en volverme con el cambio de tanda, pero…sucedió el milagro. Al fin, tuve el primer contacto con una chica del lugar y eso me hizo cambiar de idea y pedí seguir quedando, después ya fue una constante eso de cambiar mujeres y directamente ya no me quería volver. (No lo tomen como una fanfarronería) A duras penas pude convencer a Paco Romero y me quedé. El otro pierna que tenía era mi compañero de trabajo, el negro Meco Villarreal, el negro era un cachafáz, vivíamos de joda, pero siempre teníamos tiempo para los otros momentos de esparcimiento, en este caso el deporte. Jugábamos al fútbol casi todos los días, había una canchita detrás de la Iglesia del pueblo, y como tal le pusieron- la cancha del cura - Tenía una tribuna hecha de piedra y el campo de juego en parte tenía césped y en otros piedrecillas. Había que tener cuidado de no caer en las piedras porque te pelabas hasta el alma, ahí jugábamos con muchachos del pueblo y algunos de los nuestros, no eran muchos, - Los mejores, los crack del casino habían viajado al anexo de Miramar - Allí en ese casino estaba Reynaldo Nieva, un loco por el fútbol y se llevó a los mejores. Allá ellos hicieron furor, en cambio en Mina Clavero estábamos los llamados “troncos”, pero nos defendíamos. Por las noches después del trabajo íbamos a la Alicia y guitarreábamos hasta las primeras horas del día, cosa que nada tiene que ver con el fútbol.
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2
Mina Clavero es para mi la reina de todas las localidades de Traslasierra, dueña de una naturaleza espléndida, donde se encuentran al paso por ella de tres ríos, El Mina Clavero, Los Sauces y el Panaholma que a su vez todos se juntan para ir a desembocar en el imponente dique La Viña. Además de todo ello contaba esta ciudad con dos excelentes figuras del automovilismo. El Cheche Carlomagno y Jorge Recalde. La familia Carlomagno tenía la estación de servicios casi frente a la casa de los Recalde. Había cierta rivalidad entre estos dos, los gustos estaban repartidos, pero era Jorge Recalde el que siempre llevó cierta ventaja sobre el Cheche.
Disfruté de algunas competencias que se hacían este lugar, casi todos los casineros teníamos nuestra preferencia por Recalde, solo Zulú quería emular al Cheche con un Chevrolet que tenía en ese tiempo. Disfruté de muchas cosas en ese lugar. Hice, o es mejor decir hicimos con algunos compañeros cosas; que aquí no lo hubiéramos hecho, como ser alquilar caballos e irnos al pié de la sierra a un lugar conocido como Las Maravillas, de ahí traíamos toda clase frutas que nos dejaban cortar los encargados de ese lugar. Me recorrí todos los balnearios que hay desde el Nido del Águila hasta los de Cura Brochero. Hacíamos en ocasiones vida de turistas junto a Toto, Dito, Tatín, y Tachuela. Nos hicimos amigos de chicas del lugar, las que un día nos invitaron a participar de la búsqueda del Tesoro. Nosotros no teníamos ni idea como era la cosa, pero participamos y nos divertimos de lo lindo. Yo recuerdo que la búsqueda del Tesoro se lo hacía en Santiago y Tucumán, pero en vehículos, o sea que el escenario era mas grande para la búsqueda. Nosotros lo hicimos caminando por distintos lugares de Mina. Casi un día entero nos ocupó este juego. Algo que ya también creo está perdido, ya nadie lo realiza.
Mientras mis compañeros de pensión dormían la siesta, me gustaba salir en tiempos de otoño con un rifle que había comprado y me internaba en la sierra con el fin de cazar algo, demás esta decir que nunca cacé nada, pero me entretenía tirando a cualquier cosa. Después bajaba a casa de Olguita a tomar mate con pastelitos serranos. Olguita tenía unos ojitos de gata, y eso era lo que me atraía de la flaquita, tenía un loro al cual le decían Lorenzo, era muy hablador y el hijo de su madre aprendió hasta mi nombre, o sea que cuando iba llegando decía Ahí viene Alfreeeedooo. Era un loro batidor. Olguita y su madre trabajaban también en el casino, en el bar.
Compré un grabador a cintas, y me entretenía grabando discos o a mis compañeros cuando hablaban algunas macanas para reírnos juntos después. Pero una noche me cagué de miedo. Me asustó el sonido que empezó hacer la cinta, era como que las voces se escuchaban al revés. En ese tiempo estaba en boga el libro y después la película del Exorcista. Yo estaba leyendo ese libro y en una parte digamos que; el que investigaba al mal, decía que el demonio que tenía la chica poseída se expresaba en un vocabulario extraño, como ser que decía las palabras al revés.
Esa noche no fui a trabajar porque tenía un poco de fiebre y me quedé solo en la habitación a leer y escuchar música. Cuando escuché la falla de la cinta, me levanté, apagué el aparato y me fui a la una de la mañana a esperar en el 31 a mi compañero que salga de trabajar. La fiebre se me había ido.
Las anécdotas que viví en esta parte de Córdoba, fueron extraídas de distintos ámbitos de nuestra convivencia. Los mas jóvenes hacíamos rancho aparte de los mas veteranos. Por eso mientras nosotros empleábamos el tiempo en diversiones, deporte y otras cosas, los otros lo hacían “timbeando” en el bar de “Chufi” o en cualquier otro lugar, pero no por un mero entretenimiento, sino por sumas elevadas de dinero. Jugaban entre ellos y gente del pueblo, a los dados hasta el día siguiente. La gente que trabajaba en la sección juegos, tenían cierta ventaja económica con nosotros los administrativos y por ende podían darse el lujo de jugar por dinero, gracias a la “propina” que ellos tenían. Se cobraba un buen viático que el que lo sabía administrar quedaba con el sueldo totalmente limpio, pero el que no, chau. Nosotros dependíamos de la ganancia de la casas, el Fondo Estímulo, que se pagaba mensualmente, en cambio la propina de juegos se liquidaba en forma quincenal. Pero no obstante ello algún administrativo también se prendía, nosotros teníamos uno que era un jugador compulsivo, como algunos otros.
Una noche, se juntaron a la salida como siempre y se fueron a jugar, había un compañero que era pagador en las mesas de Ruleta, era oriundo de la ciudad de Frías. Una persona fría, inexpresivo en ciertas circunstancias, y esta fue una de ellas. Perdió la propina, siguió apostando y perdió el viático, siguió y perdió el sueldo, todo en una noche. Diría en una terrible noche para el. Pero siguió esta vez evaluó el precio de un Peugeot 504 que tenía y lo apostó. Y lo peor de todo, también lo perdió.
En una situación así cualquiera hasta podría llegar a pegarse un tiro, pero no, el siguió como siempre, o en apariencias.
Una semana después ya estaba apostando de nuevo. Y esta vez la suerte le fue favorable. Tanto ganó que recuperó lo perdido la semana pasada y le sobró para recuperar el auto. Pero esto no se da siempre. No todos tienen el temple de este compañero.
Pero ya que estamos en el tema, ahora voy a contar la de nuestro administrativo- El amigo Luca – Son las cuatro letras iniciales de su apellido, pero todo el mundo lo conocía como Luca-
Esto ocurrió en Selva.
Antes de partir esa tarde, habíamos cobrado el sueldo, los que eran de Termas dejaron parte de el a su familia, pero como Luca era de Santiago, no dejó nada a nadie. Esa noche antes de empezar la jornada pagué el viático (aclaro que yo iba como tesorero), el viático no era gran cosa, pero alcanzaba. A final de la noche, los muchachos se “internaron” en un hotel al cual le pusieron “La Maternidad” (Porque todo el que iba ahí no eran justamente niños de pecho). Y entre los internados, estaba Luca. Comenzaron a jugar y de a poco la suerte de Luca se volcaba a su favor, terminando con el viático y parte del sueldo que habrán llevado los otros. En esta situación los sorprendió la mañana, Luca era el dueño de la plata de todos los otros. Compró asado y vinos e invitó a sus rivales, compró dos anillos de plata y se los regaló a las hijas del dueño del hotel. Luca estaba bondadoso por demás. Pero… pero… el jugador compulsivo, no puede estar sin jugar; ¿Qué hizo para ello Luca?.- les prestó plata a los perdedores y después del asado comenzó de nuevo la timba.
Siete de la tarde o mas, a poco de ir ya a trabajar. Luca no tenía ni para cigarrillos. Perdió todo lo que había ganado, el viático y el sueldo. Pero recurrió a lo último que le quedaba – Cobrarles a cada uno el asado que el mismo había invitado. Por poco no les cobró los anillos a las hijas del dueño. Y era recién el primer día de quince que faltaban aún para volvernos
Ramón Alfredo Domínguez
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