Argentina: Sobre nuestras próximas elecciones civiles y sociales


Existen condiciones objetivas y preexistentes para: otra política, donde se deje de alentar, como dice Aldo Casas, “el rol correctivo del Estado” y el parlamentarismo. Por Mario Daniel Villagra.

Comenzó el otoño y, como todo cambio de estación, trae cosas nuevas con la posibilidad de soltar otras viejas, incluso en la política. Pues, como dice la mexicana Rhina Roux, “la política refiere a esa cualidad específicamente humana –no presente en ningún otro ser vivo sobre la tierra: el atributo de la libertad, de la acción humana orientada a la convivencia (…), la política es el ámbito de  confrontación en el que se decide el cómo organizamos, nosotros —no ellos— nuestra vida colectiva”.

SOBRE EL SENTIMIENTO DE UNIDAD

Se mencionan los resultados electorales y el papel de las elecciones como un factor determinante, aunque lo sea, pero se olvida decir, la mayoría de las veces, que las elecciones no se reducen al hecho de elegir gobernantes; menos aun la política puede reducirse a los gobernantes.  Los casos de otros países de América Latina y el Caribe lo demuestran, y se diferencian del caso argentino. Es decir, cuando se comparan, aprovechando el sentimiento de unidad de los pueblos, a Bolivia, Venezuela, Ecuador con Argentina, se olvida mencionar que en aquellos se ha cambiado la Constitución que es la expresión jurídica del Estado.

Y no es un dato menor, pues la Constitución de cualquier país es la palabra principal de la vida política, del Estado, entendiendo a éste como una cosa no reducible a los gobernantes, y como un proceso relacional producto de la sociedad, de los conflictos de los seres humanos.

De lo anterior se desprende una relación triangular entre distintos elementos: las elecciones, la Constitución y el Estado. Es decir, las elecciones son reguladas por código electoral, dentro de la “Supremacía de la Constitución”, y bajo el mismo Estado con su “status legal”.

Quizás no nos damos cuenta de que la palabras “código”, es también la designación de que se esconde el verdadero mensaje. En el caso de Argentina, en relación a ese triangulo, el historiador Rodolfo Puiggrós habla sobre la ley Sáenz Peña y la Constitución de 1853 que aun hoy nos rige:

“Y al movimiento popular opositor acaudillado por Hipólito Yrigoyen, los gobernantes conservadores les abrieron las puestas al poder, al sancionar el voto secreto con la ley Sáenz Peña”. Y más adelante continua: “Es cierto que radicales y conservadores se inculpaban mutuamente desde el llano de violar las Constitución desde el gobierno, pero así demostraban que la fidelidad a la Constitución era el diploma que los habilitaba para administrar el país.”[1], y entonces, a partir de ese razonamiento cabría preguntar: ¿Participar de las elecciones como un desafío, dentro de la Constitución vigente, no es, al mismo tiempo, legitimar y “demostrar fidelidad”, como dice Puiggrós?

En el caso de Venezuela, ya que nombramos algunos casos,  ese fenómeno relacionado al papel que desempeñan  las elecciones en la vida política de una sociedad, es puesto en análisis dentro de los “12 Dilemas de la Revolución Bolivariana”, por el periodista y escritor, oriundo de ese país, Modesto Emilio Guerrero, que nos dice: “El riesgo está en que siete millones de chavistas creen o han comenzado a creer que a mayor votación mayor revolución, como si fueran sinónimos”. Antes, en el dilema “Votar más, votar menos”[2], expuso algo no menor sobre los objetivos de una elección: en el caso puntual del Referéndum de 2009, sexto desde 1999 en ese país, que consultaba sobre la postulación de cualquier cargo de elección popular de manera continua; es que las elecciones no son simplemente para que el pueblo elija, sino también para ser consultado.

Hablar de las elecciones es parte de las tareas políticas en general, puesto que los sufragios son actos que viven en lo cotidiano de nuestra participación como ciudadanos en toda la posibilidad de la vida política. Rousseau, en el Contrato Social, dice sobre “Los Sufragios”: “los plebiscitos del pueblo, cuando el Senado no se inmiscuía en ellos, pasaban siempre tranquilamente y con gran pluralidad de sufragios: como los ciudadanos  no tenían más que un interés, el pueblo no tenía más que una voluntad”[3].

Ahora bien, como trabajador, como sujeto de esta cultura, las elecciones, antes que verdaderas deliberaciones públicas, representan una rutina: delimitan espacio y tiempo. Se usan, son un método más para trasformar y superar las formas de producción capitalista, pero también para conservarlo.

Las elecciones son formas de acceder al poder, o bien nos queda, como dijo Aristóteles: “Y así, los unos con los otros, tan pronto como no puedan participar del poder político conforme con lo que supone merecer, recurren a la revolución”[4].

En otras palabras, existen condiciones objetivas y preexistentes para: otra política, donde se deje de alentar, como dice Aldo Casas[5], “el rol correctivo del Estado” y el parlamentarismo.

[1] PUIGGRÓS, Rodolfo. “Historia crítica de los partidos políticos argentinos”. Ed. Hyspamerica, Bs. As. (1986).

[2] GUERRERO, Modesto Emilio. “12 Dilemas de la Revolución Bolivariana”. Ed. el Perro y la Rana, Venezuela (2010).

[3] ROUSSEAU, Jean Jacques. Ed. Aguilar, Bs. As. (1962).

[4] ARISTÓTELES. La Política. Ed. Gradifco (2006).

[5] CASAS, Aldo. Los desafíos de la transición. Ed. El Colectivo y Herramientas (2011).


Por Mario Daniel Villagra
Fuente: Kaos en la Red

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