Estas cosas eran una constante en esta pensión, todo era
alegría, todo era joda, una vez se había colmado la capacidad, llegaron los
turistas, y eligieron ese lugar para pasar las vacaciones. Papicho tenía otras habitaciones al fondo de
las principales, y ahí nos pidió que fuéramos, las habitaciones no eran tan
buenas como las otras, pero no tuvimos ningún inconveniente en trasladarnos. Por
Ramón Alfredo Domínguez.
El lugar inmediatamente fue bautizado con el nombre de; “La
Villa Miseria de los “casineros”.
Ahí hacíamos asados, guitarreadas, tabeadas, juegos de
cartas…en fin de todo un poco, los
turistas se divertían a lo loco con nosotros.
Los maridos le decían a las mujeres –
¡Vieja! Me voy a la Villa Miseria con los muchachos del
casino, y ahí se prendían, jugaban, cantaban y hasta se chupaban. Ellos
también lo pasaban de diez, a la hora
del almuerzo, nos encontrábamos todos en el comedor, terminábamos de comer y
como postre, yo los presentaba a Los
Caminantes y ofrecíamos un show para esa gente, estos estaban locos de
contentos, lo felicitaban al loco Papicho por haber albergado a gente tan
alegre.
Pero no todo fue alegría en la “Villa Miseria”. La habitación
que nos tocó a Toto y a mi, era grande, así que tuvimos que aceptar a un
compañero mas – El “Chicha” Rodríguez – Teníamos una cama para cada uno,
salíamos del casino a la madrugada a descansar. Nuestros vecinos de pieza eran,
Goyo, Lalo, Alonso y Domingo; (Los Caminantes).
En otra habitación, estaba Lechuga Navarrete, Charles Bronson Pereyra y
otro que no recuerdo. Al gringo Morelli le dieron una pieza que tan solo
entraba la cama y nada mas, me hacia acordar a una celda en la cual me pusieron
una vez en la alcaldía de tribunales en Santiago.
La paz se quebró,
cuando Los Caminantes habían tomado por costumbre de llegada del
trabajo, a ensayar sus canciones. Nosotros teníamos que aguantar que ellos se
callaran para poder dormir. Una, dos, tres noches, a la cuarta noche de ensayo,
me dice Toto.
– Mira Gitano, ya
estoy arto de Los Caminantes, no dejan dormir che –
Tienes razón, le
respondo.
Y que quieres que hagamos.
Dice Chicha – Vamos a pagarles con la misma moneda.
¡Pero nosotros no tenemos guitarras!.
¡No importa!, ya veremos como.
Bueno, no teníamos guitarras pero fuimos a un negocio y
compramos una caja vidalera, dos matracas y pitos.
Cuando escuchábamos que llegaban, empezábamos con el ruido,
meta matracas, caja y pitos, era un quilombo tremendo. Ellos se mantenían
callados porque no se podían concentrar. Pero me imagino que se daban cuenta
que los molestábamos, porque ellos lo hacían con nosotros.
El tema era quien llegara primero del trabajo.
Cansados de esta situación, un día decidimos pedir franco
los tres. Teníamos un plan. - La noche anterior al franco, compramos gruesas de
cohetes y los llevamos a la pensión. Los muchachos ya estaban practicando
cuando llegamos, aguantamos hasta pasadas las cuatro de la mañana.
Al rato se callaron. Tenían el baño en la antesala del
dormitorio, pero de al lado de afuera de la habitación, el baño tenía una
pequeña abertura por donde se podía ver quien estaba en el. Goyo, había sentido
la necesidad de ir a cagar, (Perdón…defecar) esperamos un rato, y cuando
imaginamos que este estaba realizando el acto sublime de despedir lo que su
cuerpo le pedía; me subo a una silla y a través de la pequeña ventanita que
tenía el baño, le arrojo tres gruesa de cohetes. Ya para esto estábamos
preparados para darnos el raje. Comenzó el quilombo de los cohetes y salimos
corriendo a la calle. Yo me lo imaginaba al Goyo salir con los pantalones a
medio poner. Íbamos rumbo a la terminal de colectivos, nuestro destino era
Villa Dolores para hacer algunas compras, aprovechando el día franco.
Hicimos las compras y
almorzamos en Villa Dolores, habremos emprendido el regreso a las dos de la
tarde, llegamos a la pensión y vimos que ellos aún estaban de sobremesa,
pasamos sin hacer ruido directamente a la habitación, nos acostamos y cerramos
la puerta con llave. A la entrada de nuestra habitación había una especie de un pequeño hall.
Nos dormimos al instante. Los turistas algunos habían ido a
la playa y otros se fueron a descansar.
Al rato nos despierta una terrible explosión; nos tapamos hasta la cabeza y no terminaba
nunca el coheterío, nosotros le habíamos arrojado tan solo tres gruesas, ellos
habían comprado dos cajas enteras de baterías chinas y nos la arrojaron. Como
la puerta estaba con llave, no pudieron entrar para tirarlas adentro, las
arrojaron en el hall, pero lo mismo la pólvora se introdujo y el olor y el humo
era insoportable; cuando terminaron las explosiones sucedieron dos cosas.
Lechuga Navarrete que también se había entregado al
descanso, se levantó gritando.
¡Paren loco, paren! ¡No tiren más, no tiren más!, ¡Paren, me
rindo, me rindo!
El creía que lo estaban tiroteando. Nosotros seguíamos
tapados soportando el humo y el olor a pólvora, nos aguatábamos para no darles con
el gusto de que lo disfruten.
Una pareja de turistas con dos hijos chicos y que tenía la
habitación al frente de la ellos, habían
estado descansando. Al escuchar semejante quilombo se despertaron
sobresaltados, los chicos lloraban y tenían miedo. - “Villa Miseria ardía” -
Se levantaron todos los de la pensión, el dueño, los hijos,
la mujer y los demás turistas, y todos corrieron a Villa Miseria a ver que
había pasado.
El turista con los chicos llorando lo querían hacer cagar a
Los Caminantes. Nosotros seguíamos acostados, la pieza estaba llena de humo. En
eso sentimos que golpeaban la puerta. Abrimos, era Papicho que a los gritos nos
pedía que abriéramos. Ahí nos levantamos y haciéndonos los santos tontos le
preguntamos ¡Que pasó!.
¡Eh locos! ¿No escucharon
los cohetes?.-
La verdad que
no; le respondemos. Después el loco
trataba por todos medios calmar al turista que se le quería ir de la pensión.
Pasado esto, por la noche en el comedor, ya estábamos todos
de amigos, pero…lo curamos a los Caminantes.
Ramón Alfredo Domínguez
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