Libertad restringida, una reflexión en torno a Charlie Hebdo


“La libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír.”
George Orwell


09/01/2015. Pasaron ya algunos días desde el atentado a la revista Charlie Hebdo en París, donde 12 personas murieron en un claro atentado a la libertad de expresión. Los cruces del fanatismo religioso, las dificultades inmigratorias y el choque de civilizaciones y derechos se cruzan en este caso, dejándonos más preguntas sobre el futuro próximo no sólo de Francia, sino de todo el orden geopolítico imperante. Por Nicolás Salvi.

En primer término, y evitando por ahora teorías conspirativas, el semanario satírico Charlie Hebdo realiza desde 2006 distintas caricaturas y bromas sobre Mahoma y el islamismo, las cuales fueron consideradas por las autoridades musulmanas como graves injurias. Esto llevó a que la revista sufra no solo juicios, sino también a un atentado con cócteles molotov en 2011, y al fatídico ataque 7 de enero que hoy es tapa en todo el mundo.
El atentado abrió puertas y debates sobre la libertad de expresión y su reglamentación, la situación de las comunidades islámicas y otras minorías en Europa y, desde luego, el futuro de las relaciones entre Occidente y Medio Oriente.

Liberté, Égalité, Fraternité
Aunque los franceses sean estereotipados como hipócritas y “falsos”, nadie duda del aporte de la Revolución Francesa y sus pensadores a la doctrina burguesa de los Derechos. Entre esos derechos, el de libertad de imprenta asimilado al de libertad de expresión, es uno de los basamentos clásicos de las democracias modernas, ya considerado un derecho fundamental o humano.
El ataque a Charlie Hebdo hizo que la sociedad francesa se movilice y solidarice con la revista, defendiendo este derecho fundamental, entendiendo que coartando la expresión, se reduce la libertad en su conjunto. Pero cuando se enfriaron las cosas, fueron los mismos medios los que se preguntaron si los caricaturistas de Charlie no se “pasaron” y si de alguna manera “se la buscaron”.
Puede ser cierto que el caldo de cultivo en Francia era muy fuerte, dadas las difíciles situaciones que sufre la comunidad musulmana debido a la xenofobia, sumado a la crisis de medio oriente y otros países islámicos donde el estado francés juega un papel importante, pero de ninguna manera ello puede justificar una restricción a la libertad de expresión.
Parece surrealista ver en la TV a pensadores occidentales que configuran el clásico “mejor no hablar de ciertas cosas” para evitar que más fanáticos realicen actos de este tipo. Pero para que una democracia sea material y no formal, la libertad de expresión debe ser garantizada. Aunque claro hay matices como el respeto a la intimidad y la protección de los menores de edad.
Ha habido muchos intentos de explicarnos si la palabra se puede limitar para evitar que pedófilos manifiesten su perversidad en los medios para evitar la corrupción de menores y otros delitos penales de tal índole. Lo mismo podría hacerse con “bromas de mal gusto” para evadir la ordenación de injurias y afanosos conflictos. Nada más errado que tal comparación. La limitación del humor, o la restricción de publicaciones críticas hacia una religión o idea política, es un auto-atentado hacia cualquier Constitución democrática y contra la mismísima Declaración Universal de Derechos Humanos que reza en su artículo 19: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”, así como tantos otros pactos internacionales.
La sátira y la crítica no pueden quedar circunscritas mientras éstas no ataquen el respeto a la máxima intimidad y la integridad a los menores. Conviene recordar frases de pensadores como el inglés John Stuart Mill que decía "... debe existir la máxima libertad de profesar y discutir, como una cuestión de convicción ética, cualquier doctrina, por inmoral que pueda considerarse" o una más mordaz pero no menos fuerte como la del francés Voltaire: "detesto lo que escribes, pero daría mi vida para que puedas seguir escribiendo".




Al-Islam en Les Champs-Élysées

La inmigración musulmana en Francia es más antigua de lo que uno piensa. Comenzó en el siglo VIII y se extendió hasta el XV, la mayoría provenía de la España musulmana, luego un periodo más extenso es el que inicia tras la Primera Guerra Mundial y se extiende hasta el día de hoy, teniendo como principales fuentes a sus ex colonias africanas, aunque también se denoten gran cantidad de árabes y turcos.
La xenofobia francesa se presenta no sólo con los musulmanes. El antisemitismo y el rechazo a demás minorías siempre estuvieron presentes. Pero cierto es, que alrededor de 3.550.000 musulmanes habitan en Francia, el 6% de la población total del país, convirtiéndose en la comunidad de inmigrantes más importante el país galo. No siendo Francia un ejemplo internacional de respeto étnico-cultural, no parece extraño el desarrollo de una islamofobia cada vez más manifiesta.
El Frente Nacional (FN), partido ultraderechista comandado por Marine Le Pen, siempre llevó como bandera el odio racial hacia sus inmigrantes. La crisis económica de la primera década del milenio llevó a que se culpe a estos extranjeros de la falta de trabajo y oportunidades en el territorio, al igual que en la mayoría del continente europeo. En las últimas elecciones el FN dejó de ser una tercera fuerza para luchar codo a codo con la centro izquierda moderada del oficialismo, un crecimiento esperado y normal para una situación e estancamiento, donde los fascismos suelen florecer.
El escritor austriaco Peter Handke, quien hoy reside en Versalles, al ser consultado sobre el FN en una reciente entrevista respondía : “La mitad de los votantes del FN no son fascistas, son gente absolutamente perdida, que no sabe ni dónde está su jardín ni quiénes son sus vecinos. Jamás votaría al FN pero Francia sufre una profunda depresión.”  Aunque esto pueda ser cierto, la mínima cantidad de fanáticos patrioteristas son suficientes para causar un estrago en el nuevo crisol de razas francés, como queda demostrado con los ataques con granadas que sufrieron varias mezquitas luego del atentado a Charlie Hebdo.
Las organizaciones musulmanas como Al Qaeda, aunque hoy estén en crisis, se verán beneficiadas si el eurocentrismo se radicaliza y consiguen el objetivo de dar terror a una sociedad confundida a partir de ataques esporádicos de pequeños grupos de fundamentalistas. Poco queda a la imaginación, sabemos que el futuro de la comunidad islámica en Francia será difícil y poco importará que sea una minoría la que realice los atentados  que tanto teme el estado.


El Traspié de Civilizaciones

Los conflictos entre Occidente y el Islam son numerosos y, en algunos casos, milenarios. Las Cruzadas y Yihads, Guerra del Golfo, de Irak, la destitución de Muamar Gadafi, las Primaveras Árabes y hoy la latente amenaza de Estado Islámico (EI), forman un gigantesco etcétera.
Francia ha participado y participa en la mayoría de estos conflictos, la llegada de la izquierda al poder  no detuvo el intervencionismo francés en ex colonias y objetivos de la OTAN. El atentado a Charlie Hebdo no mejorará mucho esta difícil relación, y de seguro no sólo será la labor de  la inteligencia francesa la que se intensifique, sino su legislación penal e inmigratoria, y su participación en la lucha con EI y otros grupos radicales. Asimismo servirá de justificación para que esa intensificación se contagie a sus vecinos europeos y al imperialismo norteamericano.
Lo que tampoco hay que olvidar, es que es muy peligroso sentir empatía por los grupos fundamentalistas islámicos contra los que se lucha. Los crímenes de Occidente en Medio Oriente y el norte de África son múltiples y ciertos. Pero,  la instauración del califato del EI no es más que una visión retrograda y peligrosa del Islam, donde los crímenes en cuestiones como género, identidad sexual, libertad de culto son y serán misceláneos, como también lo son en las monarquías de la OPEP, y esto sabemos, va más allá de meras diferencias culturales.
Ambos enemigos, el fascismo occidental como el fascismo oriental, son igualmente peligrosos, y se enfrentan a una sociedad que busque la libertad, igualdad y fraternidad, siendo obstáculos para una sociedad que no permita el florecimiento de movimientos que puedan privar de su vida a personas inocentes que solo deciden expresar, a veces, verdades incómodas.


Por Nicolás Salvi
Fuente: 1966 Revista

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