Julio Alberto Carreras: “Me siento muy contento este 24 de marzo con el avance que nuestro pueblo ha logrado conseguir”


24/03/2012. En la conmemoración del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, logramos en nuestro espacio radial entrevistar a Julio Alberto Carreras, periodista y escritor santiagueño, quien fue preso político durante la última dictadura militar en la Argentina. En esta interesante charla, el escritor con mucha humildad y modestia nos relata cómo vivió en carne propia los momentos más trágicos de nuestra historia, desde las persecuciones sufridas por su militancia política en los años 70 en el PRT (Partido Revolucionario del pueblo), sus años como prisionero en las cárceles, su vuelta a la vida diaria y su visión actual de las políticas gubernamentales de derechos humanos, sin dejar de lado las conquistas que aun debemos conseguir. Por Nicolás Salvi.


Julio, quiero que me cuente para ponernos en contexto en ese día, en ese 24 de marzo ¿Dónde estaba usted? ¿Cómo lo vivía? ¿Qué estaba haciendo?
Ese 24 de marzo estábamos detenidos ya. Verdaderamente fue como un balde de agua fría al levantarnos temprano, porque nosotros los militantes teníamos una disciplina que nos obligaba a despertarnos temprano y hacer gimnasia. Fue como un baldazo de agua fría como te digo, prender la radio y escuchar las marchas militares donde se había dado un golpe de estado, que en realidad ellos no lo llamaban así, sino como una especia de “recambio político”. Se repetía constantemente un comunicado de la junta militar en donde se establecían pautas, que si bien las conocíamos de antes porque había habido otros golpes militares, tal vez eran mucho más escalofriantes porque estábamos viviendo un tiempo en que los combates entre la guerrilla y los militares eran cotidianos y con muchos muertos.
Y bueno, sabíamos que iba a venir algo terrible, y verdaderamente nosotros dentro de la cárcel la vivimos multiplicada por cien se puede decir. Lo que ocurría afuera –los secuestros, las torturas, los asesinatos- en las en la cárceles se multiplicaba porque ellos eran los dueños, así que adentro eran los amos de la vida y la muerte.

¿Usted militaba en esa época en el PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores)?
Si, que a su vez tenía un brazo armado que era el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que era una guerrilla de orientación marxista, que luchaba para tratar de obtener en la Argentina el establecimiento de un gobierno socialista. Mi actividad concreta era como periodista trabajando en una revista de masas, que era muy popular en Córdoba. Se llamaba “Posición”. También era miembro de la corresponsalía de un diario de Buenos Aires: “Diario El Mundo” que asimismo fue atacado con bombas y algunos de sus periodistas fueron perseguidos y asesinados en esta época. Te estoy hablando de los años 1973, 1974 y 1975, que son los años inmediatamente antes del golpe de estado.

Antes de esta dictadura ¿Cómo vivía siendo militante marxista la persecución de la Triple A?
Era un temblor cotidiano, cada día escuchábamos la radio con miedo, porque podíamos escuchar el nombre de un compañero que había estado tomando mate con nosotros el día anterior y aparecía acribillado con 40-50 balazos. La triple A se caracterizaba por esa actitud perversa. No ejecutaba a los prisioneros de un balazo, primero los torturaba, seguramente para sacarle algo de información, pero además porque eran gente perversa. Después los acribillaba a balazos, con 30 o 40 tiros de manera innecesaria, porque sabemos que una persona con un solo balazo a lo sumo ya muere.
Era una actitud intimidatoria, cosas de ese tipo la vivimos todos los días, y muchas otras como tiroteos cotidianos, allanamientos, cierre de revistas y diarios, ataques a periodistas, trabajadores de la cultura y sindicalistas especialmente.

Esos siete años que estuvo preso ¿Sabia su familia donde estaba? ¿Con quién estuvo preso? ¿Cómo fueron esos años?
Yo fui un privilegiado, que estoy vivo en gran parte por eso, porque caí preso dos meses antes del golpe. Nuestra familia pudo interponer recursos legales, se iniciaron causas judiciales que nos implicaban tanto a mi como a mi esposa, que si bien en un periodo de democracia puede ser un problema, en ese tiempo fue una suerte, nos protegió. Los militares mataban cuando querían, pero era una traba para ellos el que alguien tuviera una causa judicial en marcha. Así que pudimos pasar todos esos años relativamente protegidos por el hecho de estar presos y tener una causa judicial.
Yo estuve en Córdoba con mi esposa, después nos trasladaron a cárceles de la provincia de Buenos Aires y finalmente a La Plata.

¿Cómo era la vida de un preso político en estas cárceles?
Era variado. En primer lugar, algo que con frecuencia decimos los militantes es que no éramos víctimas, éramos militantes. Es decir, nos habíamos preparado para que nos pudiera ocurrir cualquier cosa, desde que nos capturasen a que nos torturasen, y también que nos matasen. Nuestra mente estaba dispuesta a ver cualquier resquicio para sobrevivir.
Uno de los aspectos que caracterizaba la preparación del militante era el ser capaz de entretenerse y de efectuar actividades productivas en cualquier circunstancia. Formábamos grupos de trabajos que en secreto elaborábamos trabajos políticos, estudios, que escribíamos en papelitos de cigarrillos y escondíamos, envolvíamos en plástico, los sellábamos quemándolos con fósforos, los guardábamos en nuestras bocas, los sacábamos al patio y los compartíamos. Si sospechábamos que se daban cuenta los guarda-cárceles nos tragábamos “el caramelo” como lo llamábamos.
Hacíamos actividad física, escribíamos… el caso mío particular, como era periodista, la cárcel me sirvió como una especie de “taller literario” extenso, puesto que había compañeros que tenían mucha capacidad, y que luego de conversar una hora con ellos en el patio uno volvía enriquecido, y era como una dialéctica constante de crecimiento intelectual.
Quiero destacar que entre los miles de presos políticos que hubo durante la dictadura militar, estaban muchos de los mejores intelectuales, profesionales, políticos o militantes de todos los sectores de la Argentina de ese momento. Entonces cada día de salir al patio con cien o ciento cincuenta compañeros era una especie de universidad, especialmente para los que no habían tenido la oportunidad de ir a la universidad. Ese fue el lado positivo de la cárcel, haber conocido personas muy valiosas, que nos han ensañado a los que pasamos por esas cárceles muchas cosas, y tal vez nosotros también hemos aportado algo a otros compañeros.

Perdone que me inmiscuya en su vida privada, pero después de esos siete años en la cárcel ¿Cómo fue volver a la vida diaria, al día día fuera de este minimundo?
Ahí también de algún modo aplicamos con mi esposa esa actitud de militante, de saber sobrevivir, y bueno, la sobrevivencia requiere elegir los mejores escenarios para la lucha. Mi esposa era cordobesa, estudiaba medicina y como ya estaba en cuarto año, evaluamos la posibilidad de que termine su carrera, pero lo que evaluamos también es que Córdoba seguía siendo un lugar sórdido para nosotros porque todavía estábamos en la época de la dictadura militar, mi esposa salió en 1981 y yo en 1982. Hubiera sido bastante peligroso quedarnos ahí.
El caso mío era diferente porque yo pertenezco a una familia muy conocida de Santiago (del Estero) e incluso mi padre y mi tío habían sido funcionarios políticos, mi tío diputado, etc etc, y ahora venía de nuevo la ola del crecimiento del triunfo del peronismo en las elecciones, así que el panorama era positivo para nosotros.
En ese sentido creo que elegimos bien. A pesar de que todavía estaba la dictadura militar en el 82, inmediatamente yo fui muy bien acogido por mis amigos, gente que nos apreciaba y parientes que nos ayudaban mucho, no dando ninguna limosna porque uno tenía sus capacidades que las ofrecía y podía obtener recursos con eso, sino que sacándonos de esa especie de vacío en que vivieron muchos otros compañeros que salieron en grandes ciudades como Buenos Aires y Rosario donde los marginaban por el solo hecho de haber sido militantes revolucionarios.

Ya anclados en la actualidad ¿Qué opinión le merece la política actual de Derechos Humanos comenzada en la presidencia de Néstor Kirchner y continuada actualmente?
Yo creo que la política argentina ha dado un cambio extraordinario desde el año 2003 para acá, me parece excelente. Incluso hasta el día de hoy cuando veo la foto del presidente Kirchner ordenándole al jefe del ejército que descuelgue los cuadros de los genocidas me parece un sueño todavía, y creo que es algo muy bueno.
Verdaderamente creo que ha sido producto de las luchas de los pueblos en realidad, porque en toda América Latina ha resurgido un movimiento político que busca la independencia política de los países, como en Ecuador, Brasil, Paraguay, Venezuela y nosotros también. La Cumbre de las Américas es donde se le hizo un vacío a Bush cuando vino a Argentina, y marcó claramente que la Argentina estaba recuperando su dignidad.
La política de Derechos Humanos me parece algo extraordinario, y creo que se va profundizando cada vez más, se va consolidando, y los juicios que se están habiendo a los genocidas en la actualidad es un logro de la democracia muy importante. Este juicio de las mega causas que se va a hacer el 8 de mayo en Santiago del Estero me parece maravilloso, ya que apunta a estos criminales que han asesinado a grupos humanos enteros, incluyendo familias que la única relación con la militancia revolucionaria que tenían era haber provisto de algunos víveres a los que estaban combatiendo Tucumán. Se apunta al centro de detención clandestino, el campo de concentración de Famailla, que ha sido uno de los más grandes de Argentina.
Todo esto me parece que es algo digno elogiar y de seguir apoyando como están haciendo cada vez más los jóvenes en las calles, universidades y escuelas. Por eso me siento muy contento este 24 de marzo con el avance que nuestro pueblo ha logrado conseguir.

Para ir terminando, coménteme usted como militante, cuales son las batallas a seguir dentro del ámbito de Derechos Humanos, sea la lucha campesina, la vuelta del Latinoamericanismo…
Creo que hay tres franjas muy importantes que en este momento se han abierto y que debemos profundizar. Una es la lucha campesina que vos has mencionado, para evitar el avance de los grandes intereses multinacionales y nacionales, que son absolutamente despreocupados de la verdadera calidad de vida de nuestro pueblo, están impulsando a través de la sojizacion. Esta invasión constante a campos de familias de Santiago del Estero que han estado allí durante 100 o 200 años, como es el caso de Los Sotelo en el límite con Tucumán. Familias que son descendientes de los conquistadores españoles están sufriendo la invasión de grupos económicos que desmontan de manera arbitraria destruyendo aún más nuestra ecología en Santiago del Estero. Expulsan a las familias con frecuencia con títulos falsos conseguidos en base a negocios sucios de algunas reparticiones públicas en Santiago.
Otra franja es la minería destructiva, que está avanzando a pasos agigantados desde Chile para acá. Ha destruido gran parte de las montañas de Chile, y ahora vienen a destruir las montañas de la Argentina. Esto es algo que las franjas populares, incluso las que están bien insertadas dentro de la estructura del gobierno nacional, debemos tratar de luchar para impedir.
Y por último la estabilidad laboral, el desarrollo del reparto de los bienes que existen. Es mentira que hay desocupación porque no hay trabajo, no hay trabajo porque no se quiere. Nunca en la historia de la humanidad ha habido tanto capital concentrado en bancos como en la actualidad. Si los grandes capitalistas en vez de especular y poner su dinero en plazos fijos, invirtiesen en fábricas, habría empleo pleno en todo el mundo en este momento. Esto es lo que hay que lograr en la Argentina, que el gobierno y el pueblo en la calle obliguen a los grandes capitalistas a invertir en industrias productivas.
Esos tres planos son los desafíos que tenemos en este momento y que tenemos que tratar de poner todos nuestros esfuerzos para que nuestros hijos y nietos vivan en una Argentina mucho más feliz que en la que nosotros hemos vivido.

Nicolás Salvi

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