Historias de casinos III: El debut



Julio Melitón Domínguez, (Papicho) coincidencias en el apellido, la pensión justamente se llamaba “Pensión Domínguez”, era un hombre muy popular en la zona, aunque también tenía a los otros, a los detractores de Papicho, quizás en parte era envidia. Ya desde un primer momento vivimos el primer acontecimiento, Papicho tenía un hermano en la calle principal de Mina, era un restaurante, mas bien para gente de clase media para abajo, ahí nos invitó el “Loco” como también le llamaban. Era día lunes y no trabajábamos, recién lo haríamos el martes, llegamos al lugar y este estaba muy concurrido, así que nos pasaron al fondo. La concurrencia se debía a que ese día había elecciones de un gremio de Luz y Fuera, y que originalidad de los cordobeses, poner la urna en un boliche, ahí estaban los tipos votando y bebiendo durante todo el día.

Creo que uno de los motivos que nos llevó a ser tan populares en la zona, fue la presencia dentro de nuestro plantel de empleados, el tener un conjunto folclórico y al cordobés le gusta mucho la música santiagueña, pero además del conjunto folclórico (Los Caminantes), que lo integraban Goyo Parrado, Lalo Lescano, el sordo Alonso Décima y Domingo Lescano, estábamos los otros, los audaces, los de relleno, y ahí lo teníamos a “Batata” Guzmán, a “Tilili” Britos, al “Cucha” Bulacio y al que suscribe.

Papicho tenía un vecino y amigo “El Negro Bondiola”, y se hizo muy amigo de “Batata” Guzmán, el negro tenía un bombo leguero y se prendía adonde íbamos nosotros, tenía un fitito (600) color amarillo, en ese auto entraba él, “Batata”, la guitarra y el bombo, nadie mas, no había mas espacio para colmo era gordo.

Ese mediodía comimos un asado espectacular, bien regadito, al hermano de Papicho le decían el “Chango”, de la misma manera se llamaba el restaurante. Aclaro que fuimos los que parábamos en la pensión Domínguez solamente, - éramos como veinte - Pero era una selección, cual de cada uno de ellos tomaba mas, guitarreamos toda la tarde y de a poco los cordobeses se fueron integrando al grupo.  Creíamos que eran parroquianos que acostumbraban ir al lugar. – Lo que menos imaginamos era que se estaba llevando a cabo una elección de secretario gremial. Eran del gremio de Luz y Fuerza.  Los dirigentes, fiscales de mesa, y los votantes estaban hasta el pulmón. Y como no podía ser de otra manera, el alcohol y todo lo demás, conspiró para que las cosas no terminaran de la mejor manera. Cuando terminó la votación a las seis de la tarde, y una vez sabido el resultado, que por supuesto fue ganada por los que pernoctaron en el restaurante, no faltó el resentido perdedor que expresando a viva voz un supuesto fraude de la lista ganadora, provocó un incidente entre ellos. Comenzó con insultos y después se llegó a la agresión física, y se armó el lío. El Chango nos había sacado hacia el fondo para que no tuviéramos problemas. Desde ese lugar del local escuchábamos los gritos y el ruido de las botellas rotas, sillas que volaban por los aires y se estrellaban estrepitosamente contra los estantes y las paredes, o en la humanidad de alguien.  Como era de esperar llegó la policía y el desbande fue general, salimos por los fondos hasta ganar la calle a pesar de que nada tenía que ver con nosotros. Ese fue el bautismo de nuestra llegada a Mina Clavero.

Ramón Alfredo Domínguez

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