07/02/2013. En uno de los primeros programas de Café del
Oeste (más exactamente el cuarto programa de la primera temporada. 14/08/2011) habíamos
tratado el tema de la violencia y el fanatismo en nuestra sociedad, tomando
como punto de partida el tiroteo en la isla de Utøya - atentado perpetrado por
un ultraderechista que dejo un saldo de 76 muertes - sumiendo a Noruega en una
serie de dificultades de las que aún no ha podido salir. Hoy volvemos a poner
los ojos en la violencia y el fanatismo al enterarnos de la renuncia de la abogada Florencia Arietto como jefa de seguridad del Club Atlético Independiente.
Ver frustrados los intentos de una profesional con ganas de
cambiar la realidad del fútbol actual como Arietto, que metió fuerzas para
intentar detener a las mafias que hacen negocio de esta violencia, es más que desesperanzador.
De igual forma, no caeremos en el abismo de los anhelos dilapidados, y también dejaremos
para otro día el inmenso análisis que se puede hacer para entender las
relaciones que existen entre el poder y los barra bravas, y la utilización que
tienen estos del fanatismo para crear violencia y hacer de esto un negocio.
Hoy decidimos abrir el debate. Para eso compartimos la nota
publicada en el suplemento NO del diario Pagina 12 que hace dos años nos introdujo
dentro de este escabroso conflicto de la violencia y el fanatismo. El artículo
muestra como un simple acto de terror puede sumir en una crisis a toda una sociedad
considerada cercana a la perfección, poniendo en duda todos sus valores y
realidades que hasta el momento mantenían el statu quo de un país que logró un
estado de bienestar mayoritario.
Esperamos que la lectura nos ayude a reflexionar y plantearnos
al menos una posición sobre estos
sentimientos y su utilización, que pueden llegar a arrasar todo intento de organización
social justa e igualitaria.
Café del Oeste
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RELATOS SOBRE NORUEGA DESPUES DE LA TRAGEDIA
Crónica de un niño solo
Cómo va a cambiar la vida en Noruega tras la matanza de casi
70 chicos por parte de un ultraderechista desquiciado, es todavía un
interrogante; y tampoco interesa demasiado, cuando el dolor aún sangra oídos
con disparos. Cuadro de situación: una sociedad en estado de conmoción, con un
inmenso desconsuelo, en la que a la vez aflora lo mejor de sus valores
intrínsecos. Una juventud sacudida y marcada para siempre. Un país con una
herida imposible de cerrar.
Pero en medio de la tragedia, y para entender el shock que
tienen los noruegos y el impacto sociológico que puede tener la masacre, es más
gráfico recurrir a situaciones puntuales. Acá, en Oslo, las máximas
turbulencias de la vida cotidiana tienen que ver con el clima. Si va a llover,
si saldrá un ratito el sol, si estará gris, cuántos grados, a qué hora. En
general está gris. Algún pequeño accidente-incidente, un tren que descarrila
sin heridos ni abollones. Pero no mucho más en este territorio apacible y casi
imperturbable donde todo funciona(ba) a la perfección. Y donde además de las
historias de bienestar y buena vida de los nativos, también hay relatos de los
otros, algunos de inmigrantes –muchos de ellos argentinos–, que vienen en búsqueda
de ese mismo supuesto nirvana, en el país donde ya nada volverá a ser como
antes.
Más ejemplos. En Noruega, los niños crecen en casas de
puertas cerradas sin llave, muchos jóvenes estudian y viajan mientras el Estado
les subsidia habitación y universidad, la mayoría de los adultos trabajan y
viajan y llevan una vida cómoda, y los policías son héroes que no usan pistola.
El tren llega a las 22.14 seguro, el 31 te pagan sí o sí y los trabajos se
arrancan con cinco semanas de vacaciones, que además son remuneradas. La postal
es rápida; pero sí, otro mundo. Un mundo de libertades, y en el que la foto de
la casita de colores, los fiordos y la rubia conviven con historias de jonkies,
inmigrantes y excluidos del sistema. Pues bien, el estado de shock de los noruegos
es descomunal, en un país de 4,8 millones de habitantes, un desempleo de 3,6
por ciento, una esperanza de vida de 81 años y un ingreso per cápita de más de
85 mil dólares. ¿Qué onda Noruega?
1. ESTALLANDO DESDE
EL OCEANO
Viernes 22 de julio, 3 PM. Anders Behring Breivik hace
explotar un coche–bomba junto al edificio donde están las oficinas del primer
ministro en el centro de Oslo. Mueren ocho personas, pero la maniobra es para
distraer la atención y ejecutar su máxima obra: dos horas más tarde, disfrazado
de policía, irrumpe disparando en la isla de Utoya, donde 700 jóvenes asisten
al campamento del Partido Laborista, que gobierna actualmente. “Acérquense que
tengo información importante para darles”, les dice a los jóvenes, que una vez
cerca de él comienzan a recibir disparos a mansalva al grito de “deben morir
todos”. Breivik estuvo casi dos horas disparando hasta que pudo ser reducido.
Mató a 68 personas. En la isla no había seguridad y la policía no contaba con
un helicóptero, por lo que tuvo que llegar en auto. Una cultura que pasa del
paraíso al infierno en 120 minutos. La parabellum del mal psicópata.
“Se sintió como una especie de sacudón. Enseguida se
empezaron a escuchar las sirenas y la gente comenzó a salir a las calles. Algo
había sucedido. Fue prender la televisión y se empezó a generar una conmoción
general, no sólo por la magnitud del hecho sino porque acá nunca pasa nada.
Estaba todo desbordado”, cuenta Iván Tarrés (29), que es de Rosario y vive en
Oslo desde hace dos años. Es uno de los 200 inmigrantes argentinos que hay en
la capital y, en su caso, se decidió por Oslo para vivir una experiencia de
vida diferente tras ocho años en Barcelona. Pero no es lo usual: la mayoría
llega tentada por alcanzar la comodidad y el nivel de vida medio de los
nativos, que tienen un salario promedio anual de más de 45 mil euros. “Es una
sociedad muy evolucionada en muchos aspectos y si lográs integrarte al sistema,
podés llegar a vivir muy bien. Acá nunca falla nada, están desacostumbrados a
los imprevistos. También a lo espontáneo”, explica Iván, que trabaja en una
tienda de ropa y souvenirs por el centro y planea quedarse un tiempito más, por
ahora. Ya maneja más o menos el idioma, entonces su campo de acción puede
ampliarse. Hace 150 horas por mes para ganar casi 2000 euros, un número más que
interesante, pero insuficiente para hacer una diferencia o alcanzar el nivel de
vida de los locales.
Kim Bjerkan (30) no escuchó nada de la explosión porque
estaba en los suburbios. Su caso vendría a representar el del noruego típico no
profesional, más allá de lo peligroso que es caer en las generalizaciones. Por
la mañana es representante y vendedor mayorista de una marca de cigarrillos, y
por las noches –sólo algunas– trabaja de encargado de camareros en un restaurant
italiano. Siempre de lunes a viernes. “Creo que a todo Noruega, pero sobre todo
a las nuevas generaciones nos va a cambiar bastante lo sucedido; primero porque
fueron en su mayoría jóvenes, y luego porque nos concientizará de que acá
también pueden pasar cosas malas. Nosotros no sabemos lo que es el peligro o el
crimen, nunca hemos convivido con él”, cree, y dice sentir miedo de que a
partir de ahora se vea invadida la privacidad de los ciudadanos en función del
posible incremento en los controles de seguridad. Entre los dos trabajos suma
190 horas y gana 3500 euros. Tiene su propio piso desde hace años, que va
pagando con un crédito (de fácil acceso para los noruegos), y hace un tiempo
que compró otro apartamento con otro préstamo. “En ese alquilo las habitaciones
y me sirve para cubrir los créditos de las dos casas”, explica. Una pieza en
Oslo cuesta 500 euros por mes (con mucha suerte), más el depósito de uno a tres
meses y gastos por impuestos y servicios. La cuota mensual de un crédito por un
piso de dos ambientes sale lo mismo.
2. EL OTRO LADO
Cordialidad, gente muy polite, tolerancia, respeto, orden.
Silencio, miradas serias y siempre hacia el piso. Parque automotor moderno,
casitas amarillas, montañas, naturaleza, vehículos que detienen su marcha
abruptamente para que cruce un peatón. Muchos chicos jóvenes con hijos,
disfrutando los beneficios por paternidad que les da el Estado. Pero una de las
imágenes que más impresiona apenas se llega a Oslo es la presencia hormigueante
y permanente de jonkies que van y vienen, cada hora, cada minuto, en la
búsqueda o a la espera de alguna movida. Por inercia ya. Están por todo el
centro, pero sobre todo cerca del Trafikkanten, en las afueras de la estación
central. “A los visitantes, apenas llegan, nosotros les mostramos lo que otros
países esconden”, suelen repetir algunos noruegos disconformes.
Pero allí están, y no son discriminados ni por la gente ni
por el Estado. A muchos de ellos el gobierno los subvenciona cada mes y les da
una pensión, casa y metadona. Las organizaciones de ayuda y asistencia abundan
en la ciudad, muchas de ellas compuestas por voluntarios que les dan soporte
psicológico-espiritual, o bien los asean. Y también los cuidan, en la plaza,
mientras los jonkies se pinchan.
También en el Trafikkanten, conseguir hachís, anfetaminas o
heroína puede llevar menos de un minuto. Es una zona liberada, salvo controles
muy ocasionales, y no es la única que hay en Oslo. Por la ribera del río que
cruza la ciudad, quienes trapichean son los somalíes, ghaneses, guineanos y
sudafricanos, lo mismo que en Grünerlokka. El consumo (y la posesión para uso
personal) de drogas en Noruega está penalizado con una multa, al menos la
primera vez, lo mismo que la prostitución. Sin embargo, por las noches, la Karl
Johan –la coqueta y extensa peatonal-camino que comunica la estación central
con el Palacio Real– se colma de morenas africanas, y unas calles más abajo son
las europeas del este quienes ofrecen sus servicios al mejor postor. El consumo
de alcohol en lugares públicos también está legalmente prohibido, una medida
que jamás se cumple. “Acá los policías están en las cosas importantes”, repiten
otros noruegos. Con la venta, el control sí es más férreo: los lugares de
expendio venden sólo hasta las 7 PM y de lunes a sábado.
3. SHE’S SO COOL
El mencionado Grünerlokka es el barrio más cool, donde
abundan bares, shopps de estilo retro y grupos de jóvenes tomando cerveza y
charlando pacíficamente en plazas. Las noches de viernes y sábado, bares como
Ryes (rockabilly), Parkteatret (rock) o Fru Hagen (electrónica) se desbordan de
gente. A veces por allí se ve a las muy pocas tribus urbanas que hay en Oslo.
Algunos punkies, bastante más heavies, algún emo. También neohippies made in
Escandinavia o rockeros de jean y zapatillas de lona. Pero hasta ahí: más bien
predomina largamente el noruego de camisa, pantalón de vestir y zapatos. Las
minitas, de vestido o pantaloncito (muy) corto, todas.
Eddie Aslaksen (28) siempre vivió en Oslo y podría decirse
que es un noruego antisistema. Odia los 17 de mayo, el día nacional de Noruega,
una fecha en la que los nativos muestran todo su nacionalismo y que incluye
desfiles por la mañana, vestimenta típica para las mujeres, trajes para hombres
y niños, y una especie de brunch con champagne al mediodía tras el cual la
mayoría se vuelca a las calles a beber en grupos, ya sea en parques o calles, o
a disfrutar los variados espectáculos callejeros que hay. “Soy un caso especial
entre los noruegos, porque apenas llego a fin de mes. Pago mi habitación, las
salidas nocturnas, comida y además le estoy devolviendo plata al Estado. Pero es
porque no me gusta trabajar”, cuenta. Dicen que, en Noruega, el noruego que no
trabaja es porque no quiere. Vive con otros cinco chicos y trabaja sólo tres
días por semana, en Ikea. “Es difícil entender que un tipo solo haya hecho
eso”, opina, mientras sigue tomándose su cerveza comprada en el supermercado en
soledad. Es que una pinta en un bar cuesta un dineral, en promedio unos 7,5
euros. Otros botones de muestra: un kebab sale 6 euros, una pizza 12 y un café,
4 euros. Y todo así.
Hablando de soledad: Noruega es un país en el que siempre
hay personas solas. En los cafés, en los bares, la soledad siempre está
presente, o al menos más que en culturas latinas. Los propios noruegos
reconocen que son introvertidos, y les resulta difícil comunicarse, mirar a los
ojos, expresarse. La mirada a los ojos en la calle, el tan común y en general
efímero flechazo entre mujer y hombre, en Noruega hasta puede ser mal
interpretado.
“Acá las chicas quieren conocerte, quieren hablar
seriamente, intercambiar puntos de vista, todo muy formal. Después, con el
tiempo, podemos empezar a sacar provecho de nuestro poder de seducción
argentino a través de la simpatía; pero antes no, no les gusta”, explica Dante
Bochicchio (27), mendocino. Tras vivir 10 años en Inglaterra, él sí aterrizó en
Oslo en la búsqueda del bienestar y la seguridad económica que ostentan los
noruegos. Trabaja de pizzero, pero dice que quiere montarse su propio business.
Y que lo que le gusta es tocar la guitarra. “No pude ir a ver a Jeff Beck, que
estuvo en junio. Acá hay que aprovechar porque en general no vienen muchos
grossos, aunque de todos modos los tickets son inaccesibles a veces”, cuenta.
Y tiene razón, porque las entradas a conciertos o festivales
tienen precios norueguizados que no todos pueden pagar. El Oya Festival, el
festival más importante, dura 5 días con entradas a 215 euros el pase o bien
casi 85 euros por día. Los retornados Pulp serán el número más fuerte, y
también estarán Lykke Li y James Blake. Pasó el Oslo Live (electrónico) con
figuras dance como Leftfield o Groove Armada, y también el Norwegian Wood,
donde arrancó Eric Clapton, siguió Patti Smith y cerró Ringo Starr. Pero en
invierno, y sin festivales, no son muchos los artistas que incluyen a Oslo en
sus tours. Este año, para ver a Roger Waters había que pagar 150 euros.
Volviendo a Dante, él aspira a comprarse una casa, pero su
condición de inmigrante le impide acceder al necesario crédito. “Me piden un
montón para acceder al crédito: tengo que ganar como mínimo 2500 euros por mes,
tener tres años de residencia acá y para entrar a la casa necesito poner el 25
por ciento del valor cash. Imposible. Para un noruego es mucho más fácil. Esta
sociedad está hecha para los noruegos”, sentencia.
4. LA MIRADA DEL AMO
Otra de las características de Noruega es que transmite una
eterna sensación de paz, si bien por momentos es justamente ése el problema,
tanta quietud. Dicen que, en Noruega, cada bebé nace con el futuro económico
asegurado, desde que en los ‘70 el petróleo transformó un país casi pobre y
olvidado en una nación rica y próspera. Se calcula que el país tiene reservas
acumuladas para los próximos 50 años, es decir por varias generaciones. También
se la considera como uno de los diez países más pacíficos en el planeta.
En el país ya hay más de 500 mil inmigrantes (el número se
triplicó de 1995 a la fecha) y, a partir de la crisis económica, los niveles
comenzaron a elevarse aún más. Algunos dicen que representa una de las
principales preocupaciones de autoridades –y también de algunos ciudadanos–,
que temen que el ingreso masivo de extranjeros se torne incontrolable. Y es ése
el caballito de batalla del discurso de los ultranacionalistas, una orientación
política que está representada en Noruega por el Partido del Progreso –en cuyas
juventudes también militó por diez años Breivik–, la derecha xenófoba que en
las elecciones de 2009 obtuvo 23 por ciento de votos y con 41 escaños se
convirtió en la segunda fuerza nacional tras los socialistas.
Alertan de que se está islamizando la sociedad noruega:
Gronland es el barrio de los musulmanes. Por las tardes, la imagen clásica de
la zona la componen decenas de hombres de Afganistán, Irak, Irán, Pakistán e
India, que toman té y charlan animadamente y a los gritos. Por las noches es
una zona de bares como Dattera til Hagen (ecléctico) o Gloria Flames (rock).
Ayoub Dahmani (24) es marroquí y hace un año y medio que se vino de Bilbao para
probar mejor suerte en el nuevo granero del mundo. Trabaja en una empresa de
limpieza regenteada por chilenos (la comunidad de chilenos en Oslo supera las 5
mil personas) y gana 9 euros la hora, en negro. Es un excluido –como tantos
otros– en la sociedad de la inclusión. Limpia pasillos, casas, hoteles, rodeado
siempre de ecuatorianos, dominicanos, peruanos y también argentinos, que llegan
sin saber hablar inglés y no tienen otra chance que ser limpiadores. “Estoy
aprendiendo el idioma, pero creo que acá jamás dejás de ser inmigrante. A
igualdad de condiciones entre vos y un noruego, le van a dar un trabajo al noruego”,
asegura. Vive en un living con otros cuatro marroquíes. En la pieza hay otros
cuatro. Paga unos 200 euros por mes. Se despide y se va a jugar a la pelota con
los iraquíes, árabes y africanos. En Oslo hay alrededor de 50 canchas de fútbol
de césped artificial, pintadas y con arcos, y puede jugar cualquiera, gratis.
5. NO TE PONGAS AZUL
Los chicos muertos tenían entre 15 y 22 años, en su mayoría.
Acá, muchos estudiantes viven en residencias y en varios casos el Estado los
subsidia. Después, cuando se insertan en el sistema laboral, van devolviendo la
plata, en un país en que el Estado se queda en promedio con 35 por ciento en
impuestos del salario bruto. Muchas empresas tienen jornadas laborales de 7
horas y abundan los fines de semana puente. El transporte público es caro (3,5
euros un ticket). Al lado de Revolver, bar rockero del centro osleño, Carina
Ersland (28) se está por ir a Estados Unidos. “Vamos 20 amigos porque se casa
otro amigo nuestro de acá. Igual, antes me voy dos semanas a Málaga”, explica y
apunta que el fin de semana anterior estuvo en su cabaña en la montaña, a 40
kilómetros de Oslo.
Noruega es el país donde hay más igualdad entre el hombre y
la mujer, en lo laboral, social, económico y recreativo. Es común ver a las
parejas pagando la mitad exacta cada uno de todo, repartiendo moneditas. Karina
dice que todavía no termina de entender que un loco haya hecho tanto daño.
Trabaja de profesora de lengua y gana 3000 euros por mes. “Ah, en octubre me
voy a Lisboa, dicen que es precioso”, acota.
Anders Behring Breivik primero dijo que actuó solo y que
quería hacer el mayor daño posible. Luego, que la bomba y el tiroteo tenían
como objetivo salvar a Europa de una invasión musulmana, y aseguró que en su
organización existían “dos células más”. Desde el gobierno bajaron las cifras
oficiales de muertos de 93 a 76. El pueblo despidió a las víctimas en la
catedral y luego 100 mil osleños marcharon como expresión de unidad y dolor.
Los pibes miraban, frescos, sonrientes, llenos de energía, desde algún lado. Un
eterno pesar. Una tristeza infinita. Quién lo iba a decir: en Oslo, el paraíso
se convirtió en la ciudad de la furia.
Cuna del black metal
Dicen que en Noruega, de vez en cuando, aún aparece alguna
iglesia quemada. Mito o realidad, lo cierto es que esta tierra es considerada
la cuna del black metal, un género que si bien surgió en los ‘80, fue en los
‘90 cuando –de la mano del True Norwigian Black Metal– adquirió una mayor
trascendencia musical y estética, caracterizado por melodías extrañas, frías y
desoladas que hablan de odio, oscuridad, satanismo, paganismo y mitología
escandinava, entre otras temáticas. El impulso de su trascendencia obedeció
también a hechos extramusicales, principalmente por la quema de 52 iglesias
–según registros oficiales–, la profanación de 15 mil tumbas y la decoración de
cementerios con símbolos satánicos. Y por otros casos como el suicidio de Per
Yngve Ohlin, vocalista de Mayhem, o el asesinato de Oystein Aarseth,
guitarrista de la misma banda (a manos de Varg Vikernes, que era hasta ese
momento bajista de la banda, y único miembro del grupo Burzum). Yendo a lo musical,
y además de Mayhem o Burzum, grupos como Darkthrone o Emperor potenciaron un
género que tiene muchos seguidores por estas latitudes.
Tango nórdico every night
Aunque resulte difícil de creer, en Oslo hay milonga todas
las noches. Sí, de lunes a domingo, y en lugares diferentes. Oslo y obligo.
¿Target? La mayoría de los asistentes son jóvenes –menores de 40– y en los
últimos años se viene incrementando aun más la concurrencia juvenil, quizá
contagiándose por el fenómeno que también invade Buenos Aires. “Para ser una
danza folklórica de un país al otro extremo del mundo, el tango es popular en
Noruega. En Oslo hay unos 150 o 200 bailarines activos, en Bergen quizá 100,
otro tanto en Trondheim y hay tantas otras ciudades noruegas donde se han
formado clubes de tango”, cuenta Mariano Pignatiello, artista plástico y pintor
que, además de exponer en diferentes galerías en Noruega y la Argentina,
organiza la milonga de los viernes y una práctica los sábados en la Casa de la
Danza en Oslo.
¿Por qué tanto furor por el 2x4? “Sucede que esa larguísima
noche noruega que llaman invierno crea un buen telón de fondo para el misterio
del tango. El que no quiere quedarse en casa con la ñata contra la pantalla
plana, encuentra en el tango una oportunidad diaria de meterse en otra
dimensión, donde hay música y transpiración, donde es posible acercarse a un
extraño y proponerle hurgar en una melodía para ver qué encuentran”, cree
Pignatiello, uno de los pocos profesores argentinos de tango que hay en Oslo,
donde sí arriban muchos bailarines argentos que dan clases en todo el país en
momentos puntuales del año. Pero hay más. Ya hablando de Escandinavia, de tres
a cuatro veces por año se organizan maratones de varios días de duración, en
los que los tangueros de la zona (Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia)
bailan y toman clases por horas y horas. Se hacen en Copenhague, Estocolmo,
Oslo, Bergen, Gotenburgo y también en ciudades de Finlandia, donde –vale
recordar– está la variante reconocida de tango finlandés.
Por Matias Franchini
Fuente: Pagina 12
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