La URSS en Rusia


¿Qué piensan los rusos de la Unión Soviética? ¿Por qué creen que cayó? ¿Estaban mejor antes o ahora? ¿Cómo fue el proceso de cambio? ¿Putin es tan popular? Estas son sin dudas las interrogantes que todo extranjero tiene e intenta contestarse en la visita al gigante de Eurasia. Mi experiencia allí no fue la excepción, y esto es lo que escuché.

Por Nicolás Salvi



Semiótica de la diferencia

A entender y saber, que muchos conceptos que en nuestro idioma tienen un significante, en ruso tienen otro. Conservadores en Rusia son los comunistas, y progresistas los liberales. “Dictadura” viene a ser gobierno fuerte, y “democracia” un modelo deficiente. “Republicas” significaría más bien “provincia”, y “camaradas” lo podríamos traducir a “compatriotas”

Estas particularidades no son tan estrictas, pero luego de acostumbrarse, las charlas son más simples y el entendimiento de una cultura tan lejana se simplifica.


“¿Democracia? No, queremos dictadura”

Rusia es un país que ama su historia y hacen de ella su personalidad. Cada logro de sus héroes nacionales es un logro propio, y cada error es una traición a la patria. Ningún ruso pierde la oportunidad de contarte cómo fueron ellos quienes salvaron a Europa de los mongoles, Napoleón y los Nazis.

Sobre historia y política, no es fácil encontrar un ruso que esté dispuesto a charlar abiertamente, sea por la barrera idiomática o por indiferencia hacia la realidad que los rodea.

La primera excepción la tuve con un guía turístico llamado Artem. Moscovita, estudió filología española en la Universidad de Moscú. De joven, evitó el servicio militar obligatorio a base de coimas, y ahora, con sus 41 años, se dedica a dar tours por toda Rusia a hispanohablantes porque “no todos los filólogos españoles podemos dar clases en la Universidad de Moscú”.

Gordito y rubio, con un marcado acento en las erres imposible de evitar por más estudiado que tengan el idioma. Muy culto “como todos los rusos”. Ante las constantes y repetidas preguntas, hizo casi una disertación:

“A fines de los 80s, la burocracia en el partido era tremenda y por eso, sólo los viejos llegaban al poder y todos morían pronto. Así comenzó la decadencia. Todo el país quería el cambio, había que reformar, modernizar, porque éramos ridículos. Por esto apareció en el escenario político Gorbachov, el más joven del politburó que asumió el mando.

Al principio todos aplaudieron sus reformas, que él llamó “Perestoika” (Reestructuración) pero que hoy conocemos como “Catastroika”. El problema de Gorbachov era que el hombre no tenía la suficiente capacidad mental para reformar, como sí la tuvieron los chinos. Allí, el proyecto estuvo bien pensado y hoy se ven los frutos. Acá no hubo reforma, hubo destrucción.

La economía dejó de funcionar porque ordenó que el Estado no comprara la producción nacional, pero por miedo no privatizó. Así comenzó un vacío económico con inflación y desabastecimiento.

Las colas eran inmensas, no para “comprar” pan, sino para “conseguirlo”. Finalmente Gorbachov nos dio una libreta vergonzosa al estilo cubano con la que íbamos a las tiendas. A cada ciudadano le correspondía 1 kilo de carne que podría ser sustituido por mortadela, 250gr de mantequilla, 15gr de aceite, 2 huevos, 2 paquetes de cigarrillos y una botella de vodka al mes.

Este fue un periodo duro, no era una vida normal, era una verdadera aventura por sobrevivir.

Pero con el tiempo la gente analiza, y no lo odia a Gorbachov por esto, sino porque fue un traidor a la patria. Fue quien destruyó al país que los zares en el curso de la historia construyeron, conquistando accesos a los mares, bosques, estepas. Ya con Iván en el siglo XVI, Rusia se convirtió en una potencia, en el país más grande del mundo. Pues él vino y lo destruyó, regaló la independencia a quienes nunca en la historia la tuvieron.

No sé, ¿Quién conocía por ejemplo un país que se llamara Kazajstán? Nadie, porque nunca existió en el mapa. Era una pequeña tribu de nómadas y ahora es uno de los países más grandes del mundo, con infraestructura y ciudades que los rusos construyeron, campos que los rusos cultivaron, y hasta con nuestro propio cosmódromo, por el cual hoy tenemos que pagar centenares de millones de dólares para alquilarlo.

Gorbachov se convirtió en uno de los políticos más antipáticos en toda la historia. Cuando en el 96 intentó ser presidente sacó el 0,01%. Ni sus parientes lo votaron, sólo la mujer. Lo único que sabía y sabe hacer es hablar, lo hace dos veces más que Fidel y Chávez juntos.

Para la mayoría es un don nadie, pero algunos rusos tienen odio verdadero con él.

Él gana su dinero en occidente, allí lo quieren. Cuando hizo su cumpleaños en Moscú nadie fue, pero cuando lo repitió en Londres fueron todos sus amigos, Bush Viejo, Bush Loco, Schwarzenegger, Jennifer López y esos.

En cuanto a Yeltsin, a pesar de que era un idiota y alcohólico, tiene más respeto entre los rusos, porque con él comenzaron las reformas de verdad. Las hicieron al estilo salvaje, creando el capitalismo a partir del robo del estado por un pequeño grupo que aquí llamamos “La Gran Oligarquía Rusa” o que ustedes llaman “La Mafia Rusa”.

La actual bonanza es gracias a cómo actúa el gobierno actual, que es súper popular, no como los anteriores. El actual es un gobierno de técnicos, los ministros no se meten en política. El político en este país es uno solo, el presidente.

Esta popularidad se puede explicar porque la gente se sintió más segura con Putin y se vive mejor.

Putin trata de recuperar la fuerza política de nuestro país. Ahora por el patriotismo de los jóvenes y la propaganda, los medios occidentales lo culpan de ser un dictador neocomunista, y claro, democracia a la europea no es. Es una dictadura camuflada. El congreso es un teatro de títeres, igual que los sindicatos. Todo se manipula desde el Kremlin, eso es cierto. Pero por otro lado, hay que reconocer que es algo que a los rusos les gusta, porque están convencidos que este país tan grande tiene que ser mandado con mano de hierro. Sin mano dura creen que en este país no hay ni orden ni progreso.

Si a un ruso le dices democracia él te responderá “no gracias, ya la probamos con Gorbachov y con Yeltsin, queremos dictadura”.

Y bueno, quien dijo que aquí iba a funcionar la democracia, que en realidad nunca la tuvimos. Siempre hubo dictadura, con los zares, luego la comunista y ahora la dictadura con elecciones.

Existe oposición pero tiene poco apoyo, inclusive cuando organizan sus manifestaciones, muchos carteles los llevan en inglés, porque suelen haber más periodistas extranjeros que manifestantes. Es todo un show”.

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Artem es un caso especial. La mayoría de los rusos solían dar evasivas a mis preguntas, o decir que no entienden de política.

A Olga, guía especializada en los museos de San Petersburgo, no le gusta opinar, pero fue más frontal al dar su visión del actual régimen: “Putin venció a los chechenos y nos devolvió Crimea, siempre le estaremos agradecidos por eso”.

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En cuanto al punto de cuándo se vivía mejor, si en la URSS o en la actual FR, Artem aclaró que “es muy difícil porque cada uno tiene su opinión. Si le preguntas a un joven no te contestará porque no lo recuerda o no lo ha vivido. Pero la gente mayor, dice que vivía mejor antes, porque teníamos todo garantizado. Vivíamos tranquilos, sabiendo que nunca nos volveríamos ricos, pero teníamos apartamentos que nos daba el Estado, con calefacción que nos pagaba el Estado, agua, luz, comida, educación y medicina. De repente nuestra vida se transformó en supervivencia. Los problemas sociales estaban más resueltos, sobre todo pensando en la gente del interior”.



Soviéticos Vs Rusos

Los rusos son un crisol de amalgamas y contradicciones.  Suelen declararse antioccidentales, pero los McDonalds, Burger King, Starbucks y Subways abundan, y venden bien. Obviamente, carteles y menús en cirílicos, las papas parecen caseras, y son los únicos lugares donde se puede tomar un café respetable.
Son curiosos, quieren saber a quién tienen en frente. Charlan, aunque sea por señas, porque odian instruirse en otras lenguas. Según Artem “si encuentras un ruso que habla inglés ten cuidado y desconfía, porque ningún ruso aprende otro idioma si no tiene un motivo”.

Al parecer, la herencia soviética dejó una mayoría atea, pero desde los 90s la vuelta a la iglesia católica ortodoxa ha sido masiva. Es más, parece que Putin, ex KGB, ahora es religioso. En los dichos de Muhammed Sasa, somalí con el que conversé en un barco fines, “los ortodoxos son el Isis de los cristianos, pero con burocracia y sin ningún fiel”.  La misa la dan de espalda y en eslavo o griego antiguo. Pero, si uno presta atención, la mayoría de los que van al templo son viejos que entran, escuchan parados dos o tres minutos, prenden una vela y se van. Casi un trámite administrativo.

La identidad es otro tema. Parecen cómodos con su Federación e idea de crisol de razas liderados por los eslavos moscovitas que, a lo largo del tiempo, han legitimado a fuertes líderes que logran absorber y culturizar para bien a todo pueblo que osó enfrentárseles, tomando una actitud paternal benevolente y ruda. Pero también, es evidente una nostalgia a los ideales de camaradería soviética.

En San Petersburgo, vi la fiesta de la marina, donde cientos de civiles y militares con uniformes de la armada soviética alababan con honor al ejército victorioso de la Gran Guerra Patriótica (2GM). Son banderas de la URSS las que flamean en los apartamentos y casas en el interior, la rusa sólo lo hace en edificios públicos. Los colectivos en Moscú están ploteados con motivos comunistas, algunos hasta con la cara de Stalin.

Son de amplia gama, es cierto, aunque es innegable que muchas veces parece que lo único que quieren es poder tomar una botella de vodka, y que cuando pueden hacerlo, viven la plena libertad.


Por Nicolás Salvi
Fuente: Voces de Río Hondo

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