08/02/2012. Poco suele ser el dolor que uno puede sentir por alguien que nunca conoció personalmente, pero mucho más es la pena cuando se sabe que nunca se podrá conocer al susodicho. Esto me pasa con Luis Alberto Spinetta, un dolor egoísta, el dolor propio de saber que nunca podré escuchar, hablando corporalmente al menos, su arte en persona. Por Nicolás Salvi.
El año pasado, muchos músicos a los que les tenía una profunda admiración dejaron este mundo. Puedo recordar en este momento al Chango Farías Gómez, o a Hugo Giménez Agüero, pero hasta el día de hoy, nunca me había tocado vivir en carne propia la muerte de uno de mis verdaderos ídolos. Cuando se me pregunta: ¿Qué música escuchas? Siempre suelo responder lo mismo: “Mi santísima trinidad local: Atahualpa Yupanqui, Astor Piazzolla y Luis Alberto Spinetta, todo lo demás deriva de esta triada”. Los dos primeros, por cuestiones cronológicas, se me hizo imposible conocerlos, o al menos escucharlos en vivo. En cambio, al último… me lo perdí.
Me lo perdí porque muchas fueron las oportunidades que tuve para verlo, pero por distintas excusas (si es que de esto me puedo excusar) se me hizo imposible. Y hoy caigo, como ya dije, en que nunca podré sentir en persona esa voz que tantas alegrías me dio.
Pero basta de tanto espamento que de nada sirve, más pretextos tenemos hoy para recordarlo como un músico se lo merece: escuchando su música claro está. Rock, jazz, canción, folklore, tango, y más, mucho más era este bohemio señor, padre fundador del rock nacional, poeta magnánimo de nuestra música, artista comprometidos como no los habrá, una persona compleja, un hombre muy amado, el Flaco del Bajo Belgrano. Era metafísico, era Spinettiano, era Spinetta.
Por esto y otros sentimientos que por este medio me cuestan expresar, no quiero recordar el día de hoy como la jornada en la que empezó mi dolor egoísta, sino como la fecha en que la música de mi querido Flaco Spinetta pasó a perpetuarse e inmortalizarse en la eternidad del tiempo.
Flaco, te doy gracias, y te lo confirmo, la canción llegó hasta el sol.
Nicolás Salvi
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