Los Santiagueños en el Congreso de Tucumán


Por Nicolás Salvi

Izquierda: Pedro León Díaz Gallo. Derecha: Pedro Francisco de Uriarte 

Gracias a la labor de los historiadores, cada día conocemos un poco más de nuestra historia. Especialmente acerca de figuras olvidadas en el relato tradicional de Mitre.

Si se te preguntara acerca de los miembros integrantes del Congreso del 9 de Julio, lo más probable, es que los únicos que se te vendrían a la mente fueran Juan José Paso y Francisco Laprida. Los más avezados en historia nacional, podrían incluso recitarnos el momento célebre: “¿Queréis que las Provincias de la Unión sean una Nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli?” a la que todos los presentes exclamaron “¡Sí, queremos!”.

Pero a ninguno de los presentes se le ocurriría hablar acerca de los dos santiagueños que presenciaron aquel momento histórico. Se trata de dos sacerdotes, enviados en representación de Santiago del Estero: Pedro León Díaz Gallo, y Pedro Francisco de Uriarte.

Pedro León Díaz Gallo era el más joven de los dos. Nació en Santiago en 1782 y se ordenó en Córdoba en el año 1799. Al volver a su provincia, ocupó varios cargos eclesiásticos y participó activamente en la Revolución de Mayo. Fue Congresista en Tucumán y ejerció la presidencia de dicho Congreso en 1819. Al disolverse este, militó por la autonomía santiagueña, llegando a ser uno de los firmantes del Pacto de Vinará. Tras varios años ocupando cargos políticos y eclesiásticos, Díaz Gallo fue encarcelado y torturado por el gobierno de Manuel Taboada. Ya libre, murió en Tucumán en 1852.

Pedro Francisco de Uriarte nació en Santiago en 1758. Era huérfano, pero recibió educación en las escuelas franciscanas. Obtuvo un Doctorado en Cánones en la Universidad de Córdoba. Fue enviado a Loreto para ser el primer titular del curato allí creado, ejerciendo también la vicaría de esa parroquia. Estuvo en el bando patriota desde 1810. Participó de la Junta Grande, en la que se lo recuerda por devolver al Cabildo el dinero de viáticos que le había sobrado. Participó del Congreso de Tucumán, pero con la disolución del mismo, comenzó a tener problemas políticos.

Fue encarcelado dos veces: primero por el gobernador bonaerense Manuel de Sarratea, y años después, por Juan Felipe Ibarra gobernador de Santiago. Retirado de la vida pública, muere en 1831 mientras oficiaba misa en Loreto.

Interesantes y particulares las historias de ambos, protagonistas de la historia nacional distintos a los patriotas “estándares” a los que estamos acostumbrados. No fueron ni caudillos, ni militares, no ejercieron ningún cargo ejecutivo, ni participaron de combate alguno, pero sí dejaron puesta su firma en los debates fundacionales de la Nación Argentina.

Fuente: Voces de Río Hondo

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